País- Grecia
Denominación- 20 Dracmas
Año- 1984
Periodo- Tercera Republica Helenica
Aleación- Cobre-niquel
Peso- 11,15 gramos
Diámetro- 28,8 mm
Tirada: 13.412.000 unidades
Ceca: Atenas
Reverso- Busto de Pericles con casco mirando hacia la izquierda y en griego ΠΕΡΙΚΛΗΣ Pericles
Borde- La inscripcion ΕΛΛΗΝΙΚΗ ΔΗΜΟΚΡΑΤΙΑ, Republica Helenica
Grabadores
Anverso: Templo de Atenea-Niké (Acrópolis), Theodoros Papagiannis
Reverso: Busto de Pericles, Lambros Orfanos
-Theodoros Papagiannis es un destacado escultor griego contemporáneo, conocido por su estilo distintivo que combina formas abstractas con una profunda conexión con la historia y cultura helénica. Nacido en 1942 en el pueblo de Elliniko, en la región de Epiro, Papagiannis ha desarrollado una carrera artística de renombre tanto en Grecia como en el extranjero.
Estudió en la Escuela de Bellas Artes de Atenas bajo la tutela del célebre escultor Yannis Pappas. Más adelante, obtuvo una beca para continuar sus estudios en París, donde profundizó en técnicas contemporáneas de escultura y se expuso a las corrientes artísticas europeas de vanguardia.
Durante más de dos décadas, Papagiannis fue profesor en la Escuela de Bellas Artes de Atenas, donde influyó en generaciones de jóvenes escultores. Su trabajo es conocido por la integración de materiales tradicionales como el mármol, el bronce y la piedra con enfoques modernos de la forma y el espacio.
Una de sus obras más reconocidas internacionalmente es la escultura monumental "The Runners", instalada en el Aeropuerto Internacional O'Hare de Chicago en 2011. La obra simboliza el espíritu de competencia y movimiento, con figuras humanas estilizadas en bronce que representan la evolución del hombre y la energía vital.
En 2009, fundó el Museo Theodoros Papagiannis de Escultura Contemporánea en su pueblo natal, Elliniko. Este museo, que alberga muchas de sus obras y de otros escultores griegos, es también un centro educativo y cultural que promueve las artes plásticas. Además, organiza simposios internacionales de escultura al aire libre.
El arte de Papagiannis se caracteriza por una síntesis entre lo arcaico y lo moderno. Sus figuras humanas tienden a la abstracción, con una estética que remite a las raíces del arte griego, al tiempo que incorpora influencias del modernismo y del arte conceptual.
Su legado como artista y educador ha dejado una huella duradera en el panorama escultórico griego contemporáneo, y su obra sigue siendo celebrada por su capacidad de unir pasado y presente con gran sensibilidad artística.
Reverso: Busto de Pericles con casco mirando hacia la izquierda
-Lambros Orfanos nació en Atenas el 26 de octubre de 1916 y falleció en la misma ciudad el 16 de junio de 1995. Desde muy joven mostró interés por las artes, siendo admitido en la Escuela Experimental Nikos Exarchopoulos de la Universidad de Atenas, donde comenzó a desarrollar sus tendencias artísticas bajo la tutela de destacados profesores.
Ingresó en la Escuela de Bellas Artes de Atenas, donde estudió pintura con reconocidos maestros como Umbertos Argyros y Epameinondas Thomopoulos durante cuatro años. En 1943, tras obtener su título en pintura, comenzó estudios en el taller de grabado con Jean Kefalinos, especializándose en esta técnica hasta 1947. El grabado en madera, una especialidad poco común y con materiales difíciles de conseguir, fue un área en la que Orfanos destacó, perfeccionando su técnica bajo la orientación de Kefalinos.
Tras graduarse, trabajó como profesor de Artes y Oficios en Kozani antes de regresar a Atenas. En 1949 fue contratado como Jefe del Departamento de Diseño Artístico y Grabado en la Imprenta de Billetes del Banco de Grecia.
Entre 1952 y 1955, estudió en París en la École Nationale Supérieure des Beaux-Arts con el renombrado grabador Robert Cami, obteniendo varios premios de grabado y el prestigioso título de Maître du Burin. Además, estudió en el Collège Technique Estienne y en la Imprimerie Nationale des Timbres-Poste, donde se especializó en micrograbado, impresión de sellos, billetes y valores.
Orfanos diseñó sellos postales para Grecia, Francia y sus colonias. En la década de 1960, su experiencia en micrograbado en acero y el apoyo del gobernador del Banco de Grecia permitieron que Grecia comenzara a producir sus propios billetes en planchas de acero, con Orfanos liderando estos proyectos. Su primer trabajo destacado fue el billete de 50 dracmas de 1964, realizado en colaboración con I. Stinis, y notable por ser el primer billete griego producido con impresión calcográfica en seis colores.
Como jefe del departamento en el Banco de Grecia, Orfanos renovó el diseño estético de los billetes, promoviendo un estilo sencillo, minimalista y técnicamente impecable que fue reconocido internacionalmente. Participó en formación y colaboración internacional, incluyendo contratos con la empresa suiza Organisation Giori Company para la producción de billetes en otros países. En 1964, grabó el billete de 10 dólares para el Banco de Canadá, siendo el único grabador griego en diseñar un billete completo para un banco extranjero.
Entre 1973 y 1976 diseñó todas las monedas para la República Helénica, produciendo los moldes en acero y colaborando con escultores destacados. Se retiró en 1977 tras una extensa carrera. Fue autor de carteles premiados y trabajó como escenógrafo para el teatro en Atenas.
Su obra, reconocida por la crítica como sofisticada y técnicamente excelente, forma parte de colecciones públicas y privadas en Grecia, Estados Unidos, Canadá, Europa y América Latina, incluyendo museos, bancos centrales y embajadas.
Su contribución al grabado y las artes gráficas griegas es considerada fundamental, y aunque no fue plenamente reconocida hasta después de su muerte, su legado perdura en numerosas obras y colecciones a nivel mundial.
-El Templo de Atenea Niké, ubicado en el extremo sur de la Acrópolis de Atenas, es una de las joyas más refinadas de la arquitectura clásica griega. Dedicado a Atenea como diosa de la victoria ("Niké" en griego), este pequeño pero exquisitamente construido templo refleja la importancia de la religión, la estética y la política en el siglo V a.C., durante el apogeo de la civilización ateniense. Fue erigido entre los años 427 y 424 a.C., en plena Guerra del Peloponeso, bajo la dirección del arquitecto Calícrates, el mismo que colaboró en la construcción del Partenón. A pesar de su modesta escala —mide apenas 8 metros de largo por 5 metros de ancho—, su ubicación estratégica sobre una plataforma elevada le otorga una presencia imponente y simbólica, ya que desde allí se domina el acceso principal a la Acrópolis y se observa claramente el mar, recordando el poder naval de Atenas.
Construido íntegramente en mármol pentélico, el templo se distingue por su estilo jónico, a diferencia del Partenón que es dórico. Cuenta con cuatro columnas en cada fachada menor (anfipróstilo), y en su interior albergaba una estatua de la diosa Atenea sosteniendo un casco y una granada —símbolos de guerra y fertilidad, respectivamente—. Sin embargo, uno de los aspectos más sobresalientes del templo es su friso continuo esculpido en bajorrelieve, que a diferencia de muchos otros templos que representaban exclusivamente escenas mitológicas, muestra episodios históricos como la batalla de Platea y la victoria ateniense sobre los persas. Este enfoque no solo celebraba las hazañas pasadas, sino que funcionaba como un poderoso mensaje político destinado a fortalecer la moral de los ciudadanos en un momento de conflicto prolongado.
Una característica particularmente singular del Templo de Atenea Niké es la famosa barandilla que lo rodeaba, decorada con relieves que representan a la diosa Niké en varias poses, algunas en actitud de coronar a los vencedores, y una imagen icónica de la "Niké desatándose la sandalia", que encarna la gracia, la elegancia y la atención al detalle características del arte clásico. Esta figura, esculpida con tal delicadeza que el mármol parece casi traslúcido, es una muestra del ideal de belleza que los artistas griegos del siglo V a.C. perseguían con pasión: el equilibrio perfecto entre naturalismo, movimiento y armonía.
El templo no solo cumplía una función religiosa, sino que también tenía un papel ideológico clave. Situado junto a la muralla y la entrada principal, servía como recordatorio constante de que la protección de la ciudad no dependía únicamente de las murallas físicas, sino también de la voluntad de los dioses y del poder de Atenea, patrona de la sabiduría y la guerra estratégica. En tiempos de conflicto, el templo era un lugar donde los ciudadanos ofrecían sacrificios y plegarias, rogando por el favor divino en las batallas venideras. De hecho, la figura de Atenea Niké era tan importante que su culto incluía un gesto simbólico notable: la retirada de sus alas en algunas representaciones, para que la victoria nunca pudiera abandonar la ciudad de Atenas.
A lo largo de los siglos, el Templo de Atenea Niké sufrió daños significativos. Durante la ocupación otomana fue desmantelado en parte para utilizar sus materiales en la construcción de fortificaciones. No fue sino hasta el siglo XIX que los arqueólogos comenzaron su reconstrucción, un proceso que ha continuado a lo largo del siglo XX y XXI, con restauraciones cuidadosas para preservar su integridad arquitectónica y artística. Hoy en día, forma parte del complejo monumental de la Acrópolis, declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, y es admirado por millones de visitantes que acuden no solo por su belleza, sino también por el profundo simbolismo que encierra.
-Pericles: el estratega que forjó la Edad de Oro de Atenas
Pericles fue una de las figuras más influyentes y emblemáticas de la historia de la Antigua Grecia. Nacido alrededor del año 495 a.C. en Atenas, pertenecía a una familia aristocrática de la tribu Acamántida. Su padre, Jantipo, fue un destacado político y general que participó en la victoria naval de Micala contra los persas, mientras que su madre Agariste provenía del poderoso linaje de los Alcmeónidas, una familia con fuertes vínculos con el poder político ateniense. Desde joven, Pericles recibió una educación esmerada en retórica, música, filosofía y política, instruido por grandes pensadores de la época como Anaxágoras, quien lo influenció profundamente con sus ideas racionalistas. Esta formación no solo lo dotó de habilidades intelectuales excepcionales, sino que también moldeó su carácter mesurado, su estilo sobrio y su visión estratégica, elementos que definirían su vida pública.
La carrera política de Pericles comenzó de forma gradual, pero su ascenso fue firme y sostenido. A medida que se fue consolidando en la vida pública ateniense, se convirtió en el líder indiscutido de la facción democrática, enfrentándose a los intereses de los oligarcas y promoviendo reformas que ampliaban la participación ciudadana en los asuntos del Estado. Uno de sus logros más significativos fue la consolidación de la democracia directa en Atenas, fortaleciendo las instituciones como la Asamblea y el Consejo de los Quinientos. Para garantizar una participación equitativa, Pericles impulsó medidas como el pago de un estipendio a los ciudadanos que desempeñaban funciones públicas, lo cual permitió que incluso los más pobres pudieran ejercer cargos y participar activamente en la vida política. Bajo su liderazgo, la democracia ateniense alcanzó su punto más alto, no solo como sistema político, sino también como una forma de vida que exaltaba la libertad, la responsabilidad cívica y el orgullo colectivo.
Pero Pericles no solo se destacó como político: fue también un extraordinario estratega militar y visionario cultural. Durante más de tres décadas, fue elegido como estratega (general) casi de forma continua, demostrando su habilidad para combinar prudencia táctica y audacia en el campo de batalla. Comprendió que el poder de Atenas no podía depender solo de sus tropas terrestres, por lo que impulsó una política naval expansiva que consolidó la hegemonía ateniense sobre la Liga de Delos. Gracias a estos recursos, transformó a Atenas en una potencia marítima, comercial y política, que extendía su influencia por todo el Egeo. Con estos fondos también emprendió un ambicioso programa de obras públicas que cambió para siempre el rostro de la ciudad. Durante su gobierno, se iniciaron construcciones monumentales como el Partenón, el templo de Atenea Niké y los Propileos de la Acrópolis. Estas obras no solo embellecieron la ciudad, sino que también fueron una afirmación simbólica del poder, la gloria y la identidad ateniense.
El impulso cultural bajo Pericles fue tan vasto que su época se conoce como el Siglo de Pericles o la Edad de Oro de Atenas. Durante su mandato florecieron la filosofía, las artes, el teatro y la historia. Protegió y patrocinó a figuras como Sófocles, Esquilo, Heródoto, Fidias y el propio Sócrates en su juventud. Bajo su patrocinio, Atenas se convirtió en el centro cultural del mundo griego, un faro de innovación intelectual y artística sin precedentes. Este periodo no solo produjo obras maestras inmortales, sino que también elevó el nivel del discurso público, promovió la educación y cimentó ideales que todavía hoy forman la base de muchas democracias modernas. Para Pericles, la grandeza de Atenas no estaba solamente en su poder militar o sus monumentos, sino en su capacidad para formar ciudadanos libres, ilustrados y comprometidos con su ciudad.
Sin embargo, su vida no estuvo exenta de desafíos y tragedias. El estallido de la Guerra del Peloponeso en el año 431 a.C., entre Atenas y Esparta, puso a prueba su liderazgo como nunca antes. Pericles adoptó una estrategia defensiva, confiando en el poder naval ateniense y evitando enfrentamientos directos en tierra. Esta táctica, aunque racional desde el punto de vista militar, resultó impopular entre muchos ciudadanos. Para empeorar la situación, una epidemia devastadora —posiblemente una forma de fiebre tifoidea o peste bubónica— azotó a Atenas debido al hacinamiento dentro de las murallas. En este contexto de descontento, Pericles fue brevemente destituido de su cargo, aunque luego fue reelegido. No obstante, el destino fue implacable: en el año 429 a.C., Pericles murió víctima de la misma plaga que había diezmado a la población, cerrando así un capítulo fundamental en la historia de Atenas.
-¿Por qué nosotros la llamamos Grecia y ellos se llaman República Helénica? Una mirada etimológica y cultural
Cuando pensamos en el país de Platón, Sócrates o las islas del mar Egeo, lo llamamos "Grecia". Sin embargo, si hablas con un griego actual o ves su pasaporte, descubrirás que su país no se llama "Grecia", sino Ελληνική Δημοκρατία (Ellinikí Dimokratía), que se traduce como "República Helénica". ¿Por qué esta diferencia de nombres? ¿Quién tiene "razón"? ¿Por qué en español decimos Grecia, mientras que los propios griegos se llaman a sí mismos helenos?
La respuesta está en la historia, los idiomas y cómo las civilizaciones antiguas se conocieron y se nombraron mutuamente.
Los griegos no se llamaban griegos
Desde la antigüedad, los habitantes de lo que hoy conocemos como Grecia se llamaban a sí mismos Έλληνες (Éllines), es decir, helenos. Su tierra era la Ἑλλάς (Hélas), lo que en griego moderno es Ελλάδα (Elláda). Es decir, el nombre autóctono del país ha sido, desde siempre, alguna variante de Hélade.
Entonces, ¿de dónde viene la palabra “Grecia”?
El origen romano: Graeci y Graecia
El término "Grecia" proviene del latín, no del griego. Los romanos no adoptaron el nombre que los propios griegos usaban para sí mismos. En su lugar, tomaron un nombre alternativo: Graeci. Este término latino deriva de una tribu griega del noroeste de la región, llamada Γραικοί (Graikoi).
Según algunos autores clásicos, como Aristóteles, los Graikoi fueron una de las primeras tribus griegas con las que los romanos tuvieron contacto. Al conocer a este grupo, los romanos comenzaron a utilizar ese nombre para referirse no solo a esa tribu, sino a todos los pueblos de la Hélade.
Así, "Graeci" pasó a significar "todos los griegos", y el país fue llamado Graecia.
Del latín al español: cómo llegó el nombre "Grecia"
A través del latín vulgar y medieval, "Graecia" se transformó en "Grecia" en español, y de manera similar en otras lenguas romances: Greece en inglés, Grèce en francés, Grecia en italiano, etc. Es decir, la mayoría de los idiomas europeos utilizan la forma latina para referirse al país, no la forma que usan los propios griegos.
Por eso, cuando en español decimos "Grecia", estamos usando el nombre que los romanos dieron a ese pueblo, no el nombre original que usaban ellos.
¿Y por qué los griegos siguen siendo "helenos"?
En griego moderno, los ciudadanos se llaman Έλληνες (Éllines) y su país Ελλάδα (Elláda). El adjetivo es ελληνικός (ellinikós), que se traduce como “helénico” o “griego”.
El término “heleno” proviene del mítico Helén (Ἕλλην), que en la mitología griega era el ancestro común de todos los pueblos griegos. A partir de él, se desarrolló la idea de un pueblo unido por lengua, cultura y religión: los helenos.
El nombre oficial del país hoy es Ελληνική Δημοκρατία (Ellinikí Dimokratía), que literalmente significa “República Helénica”.
¿Entonces quién tiene "razón"?
Ambos nombres son válidos, pero representan dos perspectivas diferentes:
“Grecia” y “griego” son términos que vienen del latín, adoptados por las lenguas europeas.
“Hélade” y “heleno” son los nombres tradicionales, usados por los propios griegos desde la antigüedad hasta hoy.
Es un poco como si los alemanes se llaman a sí mismos "Deutsche", pero nosotros los llamamos "alemanes", y su país es "Alemania" (del nombre de la tribu Alamanni, con la que los latinos también tuvieron contacto).
Una curiosidad final
En muchos organismos internacionales, como la ONU o la Unión Europea, el nombre oficial de Grecia es Hellenic Republic en inglés, o République hellénique en francés. En los pasaportes griegos, de hecho, aparece escrito en tres lenguas: Ελληνική Δημοκρατία, Hellenic Republic y République hellénique.
Así que aunque en el uso cotidiano decimos "Grecia", su nombre oficial y cultural sigue siendo Hélade, y ellos se sienten helenos.
-El Dracma Griego: Origen, Historia y Transición al Euro
La palabra "dracma" proviene del griego antiguo "δραχμή" (drakhmḗ), que a su vez deriva del verbo "δράσσομαι" (drássomai), que significa "asir" o "agarrar". Originalmente, la palabra hacía referencia a un puñado de seis varillas de metal (llamadas "obeloi"), usadas como unidad de peso y cambio antes de la introducción de monedas acuñadas. Así, el dracma fue una de las primeras formas de moneda que surgieron en la civilización occidental.
El dracma apareció como moneda alrededor del siglo VII a.C. en diversas polis griegas, entre las que destacaron Atenas, Corinto y Egina. Su introducción fue parte del proceso más amplio de monetización del comercio en el mundo helénico. La dracma ateniense se convirtió rápidamente en una de las monedas más influyentes del mundo antiguo debido al poder económico y militar de Atenas.
Las primeras dracmas eran de plata y llevaban en una de sus caras la imagen de la diosa Atenea y, en la otra, el búho, su símbolo. Estas monedas circulaban extensamente en el Mediterráneo y se aceptaban incluso fuera del territorio griego.
Durante el periodo clásico (siglos V–IV a.C.), el dracma se consolidó como una moneda estándar. Su uso se expandió con las conquistas de Alejandro Magno, quien introdujo una versión propia del dracma que continuó usándose incluso durante el periodo helenístico y bajo dominio romano.
Tras siglos de desaparición bajo el dominio otomano y posteriormente con la incorporación al sistema monetario europeo moderno, el dracma fue reintroducido en 1832 con la fundación del Reino de Grecia. Sustituyó al fénix, la moneda provisional del Estado griego tras su independencia del Imperio Otomano.
El dracma moderno fue emitido en diversas formas a lo largo de los siglos XIX y XX, tanto en monedas como en billetes, pasando por períodos de inflación, devaluaciones y reformas monetarias. Durante la ocupación alemana en la Segunda Guerra Mundial, la moneda sufrió una hiperinflación extrema, lo que obligó a sucesivas reformas tras la guerra.
El dracma fue oficialmente sustituido por el euro el 1 de enero de 2002, cuando Grecia se unió a la eurozona. No obstante, las transacciones en dracmas coexistieron con el euro durante un breve período de transición, hasta que la moneda nacional fue retirada completamente de circulación.
La última tasa de conversión fue de 340,75 dracmas por 1 euro.
-De la dictadura de los coroneles a la Tercera República Helénica (1967–1985)
El amanecer del 21 de abril de 1967 marcó el inicio de uno de los periodos más oscuros de la historia contemporánea de Grecia. Mientras la nación se preparaba para unas elecciones generales previstas para mayo, un grupo de oficiales del ejército, liderados por el coronel Georgios Papadopoulos ejecutó un golpe de Estado que paralizó al país en cuestión de horas. Bajo el pretexto de proteger a Grecia del comunismo y del caos político, las fuerzas militares ocuparon puntos estratégicos de Atenas y otras ciudades, arrestaron a miles de ciudadanos y establecieron un régimen de facto que suprimiría durante siete años las libertades democráticas. El golpe no fue una reacción espontánea, sino el resultado de años de tensión acumulada entre una derecha profundamente autoritaria, una monarquía debilitada y una izquierda que resurgía tras décadas de represión, especialmente desde la posguerra y la traumática Guerra Civil Griega. En aquel contexto polarizado, los militares se autoproclamaron salvadores de la patria, justificando la suspensión de la constitución y la censura generalizada como medidas necesarias para preservar el “orden” y los valores tradicionales.
Al principio, el joven rey Constantino II aceptó juramentar al nuevo gobierno militar, intentando ganar tiempo y quizás esperando una rápida restauración del orden democrático. Sin embargo, en diciembre de ese mismo año intentó sin éxito organizar un contra-golpe. El fracaso de la operación lo obligó a exiliarse en Roma junto con su familia, y aunque nominalmente siguió siendo el jefe del Estado, el verdadero poder quedó concentrado en manos de Papadopoulos y su junta. Los partidos políticos fueron disueltos, la prensa fue completamente controlada, y se instauró una vigilancia sistemática sobre todos los aspectos de la vida cotidiana. Las universidades, focos tradicionales de crítica y resistencia, fueron duramente intervenidas, y cualquier intento de disenso fue castigado con brutalidad.
Con el paso del tiempo, el régimen intentó dotarse de una apariencia institucional. En 1973, tras años de gobierno autoritario, Papadopoulos proclamó el fin de la monarquía y la creación de una “República Helénica”, donde él mismo asumiría la presidencia. El cambio fue ratificado en un referéndum ampliamente manipulado, sin garantías democráticas. A pesar de esta maniobra, su control empezó a debilitarse internamente. El 17 de noviembre de 1973, una revuelta estudiantil en la Escuela Politécnica Nacional de Atenas estalló como símbolo del descontento social. Las protestas fueron aplastadas violentamente por el ejército, que llegó a utilizar tanques contra los estudiantes desarmados, causando muertos y heridos. La masacre conmocionó a gran parte de la sociedad griega, e incluso dentro de las filas militares se empezó a cuestionar la viabilidad del régimen. Poco después, Papadopoulos fue derrocado por el general Dimitrios Ioannidis, un oficial aún más autoritario que, desde las sombras, había dirigido la policía militar. Ioannidis instauró un régimen sin rostro, más cerrado aún, que conduciría a su caída definitiva.
El desastre final llegó en el verano de 1974, cuando Ioannidis impulsó un golpe de Estado en Chipre para derrocar al presidente Makarios e imponer la unión de la isla con Grecia. La intervención provocó la inmediata reacción de Turquía, que invadió el norte de Chipre y ocupó un tercio del territorio, generando una crisis nacional. El ejército griego, desprestigiado y desorganizado, no pudo responder eficazmente, y la posibilidad de una guerra generalizada con Turquía precipitó el colapso del régimen militar. Ante el vacío de poder, y bajo presión nacional e internacional, los militares decidieron ceder el control político a una figura civil con legitimidad: Konstantinos Karamanlís, ex primer ministro y líder conservador que había estado en el exilio en París, fue llamado de regreso para encabezar un gobierno de transición. Su llegada el 24 de julio de 1974, en un vuelo nocturno a Atenas, fue recibida por multitudes eufóricas que ansiaban el retorno de la democracia.
Con Karamanlís a la cabeza, se conformó un gobierno de unidad nacional y se tomaron rápidamente decisiones fundamentales. Se legalizaron los partidos políticos, incluido el proscrito Partido Comunista; se liberaron los presos políticos; y se restauraron las libertades civiles. En diciembre de 1974 se convocó un referéndum para definir la forma de gobierno, en el cual el 69% de los votantes rechazó la restauración de la monarquía y optó por una república parlamentaria. Así nació oficialmente la Tercera República Helénica, con un nuevo marco constitucional aprobado en 1975, que garantizaba los derechos fundamentales, la división de poderes, la supremacía del parlamento y un presidente de carácter más ceremonial. Karamanlís fundó el partido Nueva Democracia (Nea Dimokratía) y ganó por amplio margen las elecciones de noviembre de 1974. Su prioridad fue la consolidación de la democracia y la integración de Grecia en Europa Occidental. En ese sentido, retiró al país de la estructura militar de la OTAN tras el conflicto de Chipre, pero al mismo tiempo impulsó el ingreso en la Comunidad Económica Europea (CEE), proceso que culminó en 1979.
Karamanlís fue reelegido en 1977 y mantuvo un gobierno moderado, pragmático y orientado a estabilizar el país. Sin embargo, hacia finales de la década, las tensiones sociales aumentaban, especialmente por la inflación, el desempleo y las demandas de reformas más profundas. En 1980, Karamanlís dejó el cargo de primer ministro y fue elegido presidente de la república por el parlamento, mientras que su sucesor, Georgios Rallis, asumió el liderazgo del gobierno. Rallis gestionó la adhesión definitiva de Grecia a la CEE en 1981, pero no logró contener el creciente desgaste del partido conservador.
En octubre de 1981, el país vivió un cambio histórico: Andreas Papandreou, líder del Movimiento Socialista Panhelénico (PASOK) e hijo del depuesto primer ministro Georgios Papandreou, ganó las elecciones con mayoría absoluta. Fue la primera vez que un partido de izquierda llegaba al poder por medios democráticos. Papandreou representaba una ruptura con la vieja élite política y prometía un nuevo rumbo para Grecia, más soberano, socialmente justo y progresista. Durante su primer mandato, impulsó una serie de reformas sociales como la mejora del sistema de salud, la ampliación de los derechos laborales y la inclusión de sectores marginados de la sociedad. También adoptó una postura ambigua frente a la CEE y la OTAN, utilizando una retórica crítica pero sin abandonar formalmente ninguna de las dos estructuras.
En 1985, cuando se acercaba el final de su primer mandato, Papandreou tomó una decisión que marcaría otro momento clave en la evolución de la república: se negó a apoyar la reelección de Karamanlís como presidente, pese a los acuerdos tácitos que lo sugerían. En su lugar, propuso como candidato a Christos Sartzetakis, un juez respetado por su papel en el esclarecimiento del asesinato del diputado Grigoris Lambrakis en 1963. La elección de Sartzetakis fue polémica y dividió aún más el espectro político, pero fue finalmente aprobada por el parlamento, en una votación cargada de tensiones. En junio de ese mismo año, el PASOK volvió a ganar las elecciones legislativas, aunque con una mayoría algo menor, asegurando así un segundo mandato para Papandreou.
Para entonces, la Tercera República Helénica había demostrado una notable resiliencia. En apenas una década, Grecia había transitado del autoritarismo militar a una democracia pluralista, con alternancia pacífica de poder, respeto institucional y una presencia activa en Europa. Aunque los desafíos económicos y sociales seguían siendo profundos, la nueva república se había consolidado como el marco legítimo y aceptado por la mayoría de los ciudadanos, y los fantasmas del autoritarismo quedaban, poco a poco, relegados al pasado.
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